Siempre creíste saberlo todo o en su
defecto te gustaba actuar como si así fuera y reconozco que eso
hacia flaquear mi ya de por si inestable seguridad. Me gustabas, me
gustabas mucho. Ahora estoy frente a tu cuerpo inerte con el cuchillo
en la mano, con esa calma propia del que aun no entiende lo que
pasa...
Me dirijo a la mecedora que por alguna
razón tienes en tu cuarto, no puedo soltar el cuchillo, me aferro a
el con fuerza y recuerdo, repaso lo que paso. Encima tuyo con el
cuchillo... En frenesí, una y otra, y otra, y otra... ¡Y OTRA Y
OTRA Y OTRA PUÑALADA!.
Me levante de la silla ya volviendo hacia aquel estado de euforia... Me dirigí hacia ti o a lo
que quedaba, acaricie tu cabello y me pregunte ¿como había sido
capas de matarte?, peor aun, ¿como había podido disfrutarlo tanto?.
Era horrible pensar que hubiera arrancado con violencia tu belleza de
la faz del planeta, pero pudiera haber sido por esa misma razón que
lo hiciera, ¿no? Me refiero a tu belleza, una cualidad etérea y
terriblemente lejana que solo podía apreciar a una prudente
distancia.
Viendo tus ojos inertes me reí, por
alguna razón a mi cabeza llego aquella frase “La petite mort” o
lo que es lo mismo “La pequeña muerte”. Claro que de pequeña tu
muerte no tenia nada, no era una pequeña muerte, era una muerte... No lo se, “pequeña” me hace pensar en una muerte sin importancia
una cosa que se olvida con la primera brisa de un tema mas
interesante y yo nunca olvidaría tu muerte. Sin embargo los
franceses no hablan de muerte en verdad, hablan de sexo, ellos
comparan el orgasmo con la muerte y me pregunte porque razón. Virgen
como soy no se me ocurre el motivo de tal comparación. Al menos al
pajearme yo no me siento muy muerto... Aunque, si consideraba como la
euforia del momento culminaba, terminaba en el orgasmo, tal vez
tuviera sentido. La verdad yo tampoco e muerto nunca como para saber,
claro que ahora conozco mejor la muerte que la mayoría, ¿verdad?.
El comparar la muerte con el sexo me
parece fascinante en este punto y es que encuentro muchas cosas
curiosas. Un ejemplo es el acto de haberte matado a puñaladas, como
el cuchillo puede ser pensado como un falo que se descarga, clava con
éxtasis en tu carne o la manera como me sentí tan tuyo y sobre todo
que eras tan mía. Me doy cuenta ahora lo intimo que es el asesinato,
intimo como lo es el sexo, incluso mucho mas intimo. La manera como
me miraste directamente a los ojos y el pensamiento de que aquello
que te quite nunca nadie te lo podrá quitar, aquello que te hice
nadie mas lo hará, ese momento solo a alguien le podía pertenecer y
ahora me pertenece. Incluso gritaste y por lo que el porno me dice se
grita mucho en el sexo, da igual, el sexo no puede sentirse ni la
mitad de bien que esto. Toda mi frustración se a esfumado, se a ido
junto a ti... aunque pensándolo mejor debió de irse unos momentos
después ya que yo seguí clavándote aquel cuchillo unas seis veces
mas luego de oír tu ultimo suspiro.
Pienso un segundo en volver a hacer
esto, me miro las manos cubiertas de sangre y me acurruco en un
rincón del piso. Si hiciera esto mas veces ya no importaría no
poder hacérselos a aquellas mujeres, una intimidad mayor me
esperaría en el la acción de arrebatarles la vida, pero eso si, ya
no serias tu, nunca jamas volverías a ser tu gritando y
retorciéndote bajo mi persona. Ninguna mujer seria tan perfecta o
tan erótica, ¿verdad? Y en el mejor de los casos pasare el resto de
mis días intentando reproducir tu muerte en ellas, algo que se
imposible.
En fin... no es que importe. Gritaste
muy fuerte y por maravilloso que me resultase ese sonido sera mi
desgracia, pues debe ser el motivo de que escuche ahora las sirenas. Malditos
sean tus vecinos.
Gerard Cuello
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